sábado, 4 de agosto de 2007

Protagonismo presidencial (mucho ruido, pocas nueces)

En una ocasión le preguntaron a Jorge Luis Borges cuál sería el mejor país para vivir y él dijo: “si usted llega a un país y pregunta quién es el presidente y la gente no sabe quién es el presidente, ese es un buen país para vivir”. Ahora bien, si preguntas al ciudadano medio francés o alemán quién es el presidente de Venezuela, qué duda cabe, te responderán que es Hugo Chavéz así que no solo saben quien es el mandatario de su país sino que conocen al de ¡Venezuela!; ¿es esa respuesta producto de un pueblo culto? Imagino que no, porque si preguntas quién es el mandatario de Dinamarca, lo más probable es que estos ciudadanos medios no lo sepan. Sin embargo, los ciudadanos de Dinamarca tienen una calidad de vida muy superior a los ciudadanos venezolanos (o sea, que Venezuela y para el caso, toda Latinoamérica, “mucho ruido, pocas nueces”).

En estos tiempos (y supongo que también en los otros), los políticos parlotean mucho, declaran mucho, abren demasiado la boca, practican ese deporte de alto riesgo que es prometer, prometer y no cumplir; casi todos tienen una pasión desbordada por el protagonismo y les urge muchísimo pasar a la historia como prohombres y ser inmortales y todas esas cursilerías y pedanterías de mentes diminutas, juegan para la tribuna y no para su equipo (el país). Sería más lindo y elegante que tuviéramos un presidente que fuera un funcionario que solo hace bien su trabajo (no necesitamos más) sin prometer idioteces que no va a cumplir, sin agredir a sus enemigos o adversarios políticos, sin defenderse agresivamente de todos los ataques y críticas, sin responder como idiota a todas las críticas que llegan del extranjero y que, por otro lado, hiciera un plan de trabajo sensato de lo que sensatamente se puede hacer durante la duración de su mandato y cumplirlo. No saben los tontos políticos lo agradecidísimos que quedarían los ciudadanos.

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